Entrar en Peloño es como hacerlo en un túnel de vegetación, naturaleza y paisaje; un túnel de tranquilidad, historia y etnografía. Peloño es, fundamentalmente, un gran hayedo que se recorre por una pista de unos dieciséis kilómetros hasta llegar a la vega del Arcenorio, una gran explanada regada de cabañas de pastores y en la que sólo el ganado, los habitantes y los senderistas rompen la serenidad del lugar.
En el medio, la capilla del Arcenorio, y de camino el hayedo nos deja algunos claros que nos proporcionan vistas únicas de los Picos de Europa. A la llegada a la vega nos saludan un sinfín de gencianas amarillas, y en mitad del recorrido nos desviamos para visitar el Roblón de Bustiello, un gigantesco roble albar que merece la pena conocer, y en la Guaranga, apenas a dos kilómetros del Arcenorio, habremos echado la vista atrás para ver las trincheras de la guerra civil, medio escondidas por la vegetación.
Buitres, pájaros carpinteros y arrendajos destacan entre la fauna de esta preciosa e imprescindible ruta.