Subir al Dolmen de Merillés es realizar una ruta en el tiempo, un viaje de la actualidad al Medievo y a la Prehistoria, caminando por senderos y pistas que comenzaron a forjarse miles de años atrás, en tiempos del Megalítico.
Al bajarnos del coche en Tuña para comenzar la ruta, nos encontramos con un pueblo repleto de construcciones con historia. Nada menos que tres palacios, un puente, vestigio de una calzada romana, y varias casas y torres medievales. Sin duda, es un prometedor comienzo para una ruta que, aunque corta, es empinada.
Si la tomamos con calma, seremos capaces de disfrutar, por un lado, de los enormes castaños que flanquean parte del camino antes de llegar a Merías, pero, sobre todo, de cómo va cambiando la perspectiva del paisaje según subimos.
Se amplía, va apareciendo el embalse, con suerte veremos algún zorro y los asturcones, caballos de raza autóctona, que hay en la zona, y, por último, el dolmen, una cámara funeraria que lleva millones de años recibiendo visitantes en lo alto del valle.