La naturaleza no sólo es goce, alimento y materiales, sino también vida y curación, o al menos así lo creían quienes venían a esta zona; concretamente, a la fuente de los leprosos, casi al principio de la ruta, para curar su enfermedad. Fuera cierto o no, el paseo por el hayedo de Montegrande supone el disfrute de uno de los mejores bosques de la región.
Una ruta sencilla y cómoda gracias a una pista ancha que nos va descubriendo secretos, como los de alguna que otra bocamina de antiguas galerías de carbón, hoy selladas, que no se explotaron más allá de dos o tres años.
En contraposición, los árboles se cubren de líquenes, algunos de los cuales, como las barbas de viejo o de capuchino, nos hablan de la gran calidad del aire en estos bosques.
Y como colofón, el Xiblu, un conjunto de tres cascadas que suman un total de 100 metros de gran belleza y en las que el agua se precipita de manera salvaje monte abajo. En lugar de volver por el mismo camino, podemos realizar travesía hasta La Foceicha, un recorrido de unos 8,24 kilómetros que nos llevará más o menos el mismo tiempo que la ida y vuelta.