Una de las rutas más conocidas de Asturias, y no es para menos. Este desfiladero abierto en la roca por el arroyo de Las Xanas es un espectáculo para la vista y para la cámara. En él podemos descubrir, si nos fijamos bien, estalactitas de antiguas cuevas abiertas en la caliza y que el río cortó dejándolas al descubierto.
En el fondo del valle, bajo nuestros pies, se desarrolla un bosque de ribera típico del que sólo vemos las copas desde el aire; encima, en las zonas donde la caliza casi no tiene tierra, en sus grietas, son las encinas las que sobreviven a duras penas.
La minería del hierro nos dejó en la zona su huella en una antigua mina cuya boca encontramos en plena ruta. Según ascendemos vamos dejando atrás la garganta, para introducirnos en el bosque, primero, y en los verdes pastos, después, que culminarán junto a la iglesia de Pedroveya, donde sentarnos a comer el bocadillo si no tenemos mesa reservada en el pueblo y a disfrutar de un paisaje idílico.