Comenzar una ruta en la Casa de la Miel ya promete. A pesar de los avances tecnológicos, se trata de una actividad ancestral muy ligada a la zona que ha avanzado en materiales, pero que mantiene su esencia. Quién sabe cuánto tiempo lleva aquí y si se dedicarían a ella los habitantes de los castros de la zona.
En esta ruta podemos perdernos en el tiempo caminando por sus bosques de castaños, bajo la atenta mirada de las ardillas, los picapinos o las asustadizas lagartijas serranas. Nuestros sentidos se deleitan con los sonidos, los olores y los colores que nos brindan estos bosques.
Pero donde el tiempo se detiene es en las alturas del Penácaros, con sus vistas sobre el valle del Navia, y, fundamentalmente, en los túmulos funerarios que encontramos en esta zona, y máxime en el castro de Pendia, con los restos de sus cabañas, de sus murallas y, sobre todo, de su sauna. Unos avanzados a sus tiempos.