Quizás una de las huellas más profundas que pueda dejar el ser humano sea la de una guerra, y esta también puede quedar impresa en la naturaleza. Esta ruta nos recuerda la contienda que enfrentó en el siglo pasado a hermanos y los vestigios que nos dejó.
Trincheras de cientos de metros, nidos de ametralladoras, pequeños búnkeres, en un total de quince kilómetros, repartidos en tres tramos, desde donde controlaban los valles cercanos.
Pinares y matorrales de brezos y tojos ocupan gran parte del paisaje, áreas recreativas donde sentarnos a comer y paisajes abiertos que dominar desde las alturas son algunos de los recursos que nos ofrece esta ruta, en la que podemos disfrutar también del vuelo de algunas aves rapaces.
Una ruta que nos da una visión histórica del entorno al tiempo que gozamos con la naturaleza, con las huellas de los corzos, con el paisaje excavado por el agua y con la rica huerta de Candamo, que encontramos cuando vamos llegando a las zonas pobladas.