La relación del ser humano con el mar siempre ha sido muy estrecha, y en esta ruta lo apreciamos desde el primer paso, comenzando por los cargaderos de mineral, para ser transportado por los barcos en el mismo San Esteban y continuando por el puerto, la capilla sobre el acantilado, los muchos miradores para contemplar el mar desde la ruta...
Desde alguno de ellos, con buenos prismáticos, podemos observar el paso de las aves marinas, tanto de las residentes, en busca de comida o nido, como de las migratorias, como los alcatraces, con sus espectaculares picados al mar en busca de peces.
Madreselvas y laureles nos acompañan en el camino, además de tojos y eucaliptos, entre los que encontramos alguna área recreativa, con vistas tanto a playas de piedra semi accesibles como al cabo Vidio, a Poniente, y al de Peñes, a Oriente.
Y, para rematar, las playas de las Llanas, Xilo y de Aguilar, fácilmente reconocible por el peculiar tómbolo de roca que tiene en su zona centro-occidental.