Cinco molinos en apenas 3 kilómetros nos transportan a una época de economía de subsistencia, muy pegada al terreno, a la riqueza proveniente del río, de sus crecidas y de su abono de las tierras circundantes, donde el maíz era la base de la alimentación familiar. La frecuencia de un molino cada medio kilómetro, aproximadamente, que se da en otras partes de Asturias se repite aquí, lo que nos demuestra la importancia de este elemento hoy prácticamente etnográfico.
Casi sin despegarnos del bosque, discurrimos al lado del río en casi todo momento disfrutando de las restauraciones de algunos de estos molinos entre alisos, arces y viejos castaños en las zonas más alejadas del agua. No es difícil, si vamos en silencio, sorprender algún corzo en la zona.
Un trayecto corto, de apenas tres kilómetros en cada sentido, para contactar con esa Asturias de nuestros abuelos, con la naturaleza en estado puro, con un precioso valle cubierto de vegetación cuyas vistas se nos muestran desde la parte alta del recorrido. Un paseo imprescindible en la Comarca de la Sidra.