Subir a Vega de Ario es conocer un trocito del paraíso. Un viaje a los tiempos del pastoreo, un viaje para conocer el pasado de la madre tierra, zonas de antiguos glaciares, de una historia escrita en la roca por el viento, el agua, el hielo y el sol.
Paisajes imposibles e impactantes donde la roca se entremezcla con los verdes pastos, las manchas de matorral y los bosquetes de hayas. Todo ello salpicado por la roja teja de las cabañas aquí y allá. Estamos en territorio de buitres, águilas reales y rebecos.
Subir a Ario nos transporta a un modo de vida muy diferente del actual, donde, como dice el poeta, se hacía camino al andar. Una ruta para apreciar el mar desde los Picos de Europa, para darnos cuenta de las dimensiones de esta montaña y disfrutar momentos de soledad y silencio, sólo roto por montañeros a lo lejos, aves que nos sobrevuelan o vacas, cabras y ovejas que pastan por doquier.